24 de octubre: Día Internacional de la Biblioteca
Para celebrarlo, qué mejor que leer un poco...
Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada).
Septiembre 1931.
"Cuando alguien va al teatro, a
un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es
de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él
quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a
mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una
leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de
mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por
falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la
belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
Por
eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son
infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta
biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de
Granada.
No sólo de pan vive el
hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no
pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde
aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones
económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo
que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman,
pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del
espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al
servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible
organización social.
Yo tengo
mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un
hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con
un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de
saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros,
libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros!
¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor,
amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la
lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor
Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba
prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y
cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en
carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos
libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía
terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es
decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque
la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o
frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura
toda la vida.
Ya ha dicho el
gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el
lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través
de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo
lleno de fe, pero falto de luz.
FEDERICO GARCÍA LORCA